Las etapas emergen de nuestro propio pensamiento acerca de problemas morales. Las experiencias sociales promueven el desarrollo, pero lo hacen estimulando nuestros procesos mentales. Cuando participamos en discusiones y debate con otras personas, encontramos nuestras opiniones cuestionadas y desafiadas y, por lo tanto, nos vemos motivados a buscar nuevas posiciones más amplias. Podemos imaginar, por ejemplo, a un hombre joven y a una mujer que discuten una nueva ley. El hombre dice que todo el mundo debe obedecerla, tanto si le gusta como si no, porque las leyes son vitales a la organización social (etapa 4). La mujer advierte, sin embargo, que algunas sociedades bien organizadas, tales como la Alemania Nazi, no eran particularmente morales. El hombre entonces observa que cierta evidencia contradice su opinión. Entonces experimenta un conflicto cognitivo y se ve motivado a pensar en el tema más profundamente, quizás moviéndose un poco hacia la etapa 5.
Kohlberg también habla a veces del cambio que ocurre con las oportunidades de toma de papeles, es decir, oportunidades de considerar los puntos de vista de los demás. Conforme los niños interactúan con otros, aprenden cómo difieren los puntos de vista y cómo coordinarlos en actividades cooperativas. Mientras discuten sus problemas y resuelven sus diferencias, desarrollan sus conceptos de lo que es justo.
Sean como sean las interacciones, funcionan mejor, dice Kohlberg, cuando son abiertas y democráticas. Cuanto menos presionados se sienten los niños a simplemente conformarse con la autoridad, más libres serán para establecer sus propias diferencias y formular sus propias ideas.
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